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Crítica Cine "La La Land"

  • Foto del escritor: Rafa Valle
    Rafa Valle
  • 16 ene 2017
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 16 mar 2018

“¿Crees que les gustará? ¿No es un poco nostálgica?” le preguntaba Mia a Sebastian, en una conversación sobre su obra de teatro en la que parecía estar hablando el propio director a través de sus personajes, expresando sus inquietudes ante la reacción del público.


‘La La Land’ es, sin lugar a dudas, una obra inspirada en grandes musicales clásicos como ‘Cantando bajo la lluvia’ o ‘West Side Story’ de las que el propio director confiesa haberse influido. Sin embargo, al contrario que el personaje de Ryan Gosling, Damien Chazelle no se aferra al pasado, sino que crea su propio musical y le da su estilo, aún más depurado si cabe tras su magistral Whiplash. Desde el primer minuto con la magnífica coreografía en las carreteras californianas de un número musical con sevillana incluida, se puede intuir que las canciones y los bailes van a marcar el ritmo y adueñarse del film por completo, pero no. La La Land no es sólo un musical. Tampoco es una historia de amor, de esa relación entre los maravillosos personajes de Mía (Emma Stone) y Sebastian (Ryan Gosling). La La Land es, ante todo, una película sobre los sueños, sobre perseguir tus metas, una magnífica función con Los Ángeles, “la ciudad de las estrellas”, como escenario principal.

Chazelle se maneja con soltura en todos los géneros que pretende abarcar, y construye una obra redonda, llena no sólo de humor e ingenio sino también de drama y diálogos que invitan a la reflexión, dignos del mejor Woody Allen. Una obra iluminada por una mezcla de colores que hacen que cada plano sea más bello que el anterior, y amenizada por una buena cantidad de bailes, todo ello sin descuidar en ningún momento el guión. En La La Land todo es tan sencillo que parece hasta fácil, pero es a partir del primer acto cuando se empiezan a vislumbrar las intenciones del director.

Tras la parte más ‘feliz’ de la película, marcada por la increíble química entre Gosling y Stone, una relación que alcanza su perfección tras Crazy, Stupid, Love y Gangster Squad, el film torna en un tono mucho más amargo. Aquí es donde podemos ver realmente el nivel de las interpretaciones de los dos protagonistas. Gosling, por un lado, explota su faceta más tierna y desenfadada. Además, se desenvuelve fantásticamente en los números musicales y nos regala varias canciones para el recuerdo como City of Stars. Sin embargo, es su compañera, Emma Stone, quien brilla con más fuerza y nos deleita con una excelsa interpretación a todos los niveles. Después de los desencuentros entre los dos, que ven incompatible su idílico romance con llevar a cabo sus sueños, la cinta concluye con un tercer acto para el recuerdo, tildado de agridulce pero más bien realista y coherente con el desarrollo de la historia.


Si hay algún defecto en La La Land, puede que sea su tema. Los números son sensacionales sin llegar a hacerse tediosos, están bien dosificados y la película no peca de ñoña o sensiblera, pero la historia es la misma de siempre. Lo que pasa es que aquí lo importante no es el qué, es el cómo. El mérito está en cómo la historia de amor nos hace sentir empatía por la pareja con escenas que perduran en la memoria, en cómo la actuación de Emma Stone nos hace querer que cumpla su sueño y nos anima a nosotros a perseguir los nuestros, y en cómo la gran protagonista, la música, nos hace salir del cine queriendo bailar igual que Mia y Sebastian. Y eso no lo consigue cualquier película, eso solo lo logra una gran obra, un clásico instantáneo.


Lo mejor: Los números musicales con un tema ‘City of Stars’ que quedará para el recuerdo, las interpretaciones de Ryan Gosling y Emma Stone y sobre todo el mensaje que transmite.

Lo peor: -.


Valoración: 10/10 Obra Maestra




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